Videoinstalación
Aurelio.ws
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Esta obra parte de un texto, un relato que muestra la forma en que una cultura mantiene su equilibrio. Cómo lo hace es algo poco comprensible para nosotros pero desgraciadamente esos elementos irracionales y sangrientos que construyen el texto también se hallan presentes en nuestro mundo. El vídeo, un loop de siete minutos, está más próximo a lo onírico que a lo real, la sangre parece más un símbolo energético que no uno de muerte.
Junto a este vídeo se coloco una obra plástica de compleja factura. Formada por un cordero que murió atropellado por un automóvil. El simbolismo del cordero, la muerte indiscriminada de animales en las carreteras, la dificultad para que el espectador sepa distinguir si la obra es una pintura o un animal real, cargan de complejidad al trabajo.
Producción y realización: Aurelio Vicente
* Este proyecto no incumple el Artículo 13 de la Declaración Universal de los derechos del animal adoptada por la Liga Internacional de los Derechos del Animal, la UNESCO y la ONU.
El cosmos se mantiene en frágil equilibrio, dijo el maestro Atzin a Atototzin, su alumno, desde lo alto de la colina. Debemos hacer sacrificios a nuestros dioses para que ese equilibrio no se rompa. En el mes de Atlacacauallo, sacrificamos niños y cautivos al díos de la lluvia Tlácoc. Bailamos vestidos con las pieles de nuestras víctimas en honor de Xipe-Tótec el mes de Tlacaxipehualiztli. Tozoztontli es la fecha en que arrancamos corazones para Coatlicue. En tiempo de Hueytozoztli, entregamos a Cintéotl una doncella en sacrificio. En el periodo de Toxcatl los cautivos mueren por Tlacahuepan. El mes de Etzalcualiztli sirve para ahogar y extraer los corazones ante Quetzalcóatl, dios del cielo y del saber. La mensualidad de Tecuilhuitontli pertenece a Huixtocihuatl y le entregamos numerosos corazones. Hueytecuihutli es el mes del sacrificio de la mujer ataviada con los atributos de Xilonen. En época de Tlaxochimaco las víctimas mueren por inanición en el templo de Huitzilopochtli. En Xocotlhuetzin honramos a Chalmecacíhuatl asando a nuestros enemigos. Ochpaniztli es el mes de Toci y decapitamos a una mujer para él. En el mes de Teoleco extraemos corazones para Xochiquétzal, diosa de las flores. En Tepeihuitl matamos dos mujeres nobles, les arrancamos el corazón, las desollamos y después nos las comemos en la gran fiesta en honor de Huitznahuas. El mes de Quecholli, golpeamos a las victimas en la piedra ritual y las decapitamos para Mixcóatl. El gran mes de Panquetzaliztli sirve para honrar a Huitzilopochtli arrancando el corazón de centenares de prisioneros. En tiempo de Atemoztli decapitamos a niños y esclavos en homenaje a Tlaloques. El mes de Tititl sacrificamos a una mujer para Tona-Cozcamiauh. En Izcalli, Xiuhtecuhtli es agasajado en plena noche con numerosas víctimas. Nemontemi es el mes de los cinco días de ayuno, querido Atototzin, dijo Atzin ante la triste mirada del alumno. Maestro, ¿por qué los dioses están tan ávidos de sangre y carne? preguntó Atototzin. Ayer, uno de esos hombres blancos y barbados venidos del este que dice hablar en nombre de su dios, me dijo: La vida se cobra su precio, bien sea con el sacrificio del cordero o con el tributo del jaguar. Dijo por último Atzin, el maestro, desde lo alto de la colina.